lunes, 19 de enero de 2009

LA NECESIDAD DE UN NUEVO CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD EN LA ERA BIOTECNOLÓGICA

¿Alguien ha oído hablar de Dolly?
O mejor… ¿Quién de vosotros no ha oído hablar de nuestra amiga la oveja Dolly?

Dolly fue ese grandísimo logro biotecnológico que nos permitió empezar a creer en la clonación. Y lo que es más importante… en la clonación humana.
Si somos capaces de clonar una oveja, ¿cómo no seremos capaces de hacerlo con un cerdo? Y de ahí a un ser humano… No, no reírse, al fin y al cabo el cerdo es el animal cuyos órganos internos son más similares al del ser humano… Quién os lo iba a decir… Irónico, ¿verdad?

La clonación, junto con la terapia génica, pueden ser nuevas formas de tratamiento que amplíen las posibilidades terapéuticas y de curación de enfermedades hasta ahora incurables o de elevada mortalidad.
La clonación no sólo significa clonar seres vivos. Se pueden clonar órganos o tejidos. Es decir, que si tu hígado está enfermo, en vez de esperar el hígado de un donante compatible contigo se podría obtener uno a partir de la clonación de tu propio órgano. Pero gracias a la terapia génica, no potencialmente enfermo esta vez.
El problema es que, las personas somos seres ambiciosos… Y para qué quedarnos con un órgano clonado cuando se puede clonar un ser humano entero. Lo cual no sólo permitiría tener un clon reservorio de órganos en caso de enfermar, sino también ampliaría el abanico de posibilidades a las parejas que no pueden tener hijos de forma natural.

Esto nos lleva a un nuevo concepto de responsabilidad y a modificar las fronteras de la ética.
Hay quienes opinan que la clonación atenta contra los derechos a la diferencia y a ser único e irrepetible que tiene cada ser humano. Otros hablan de inmoralidad al ser contrario a los principios del cristianismo y otras religiones. Por otro lado, hay quienes lo apoyan pero advierten de los riesgos existentes y de la necesidad de establecer unos límites antes de que sea tarde.

En 1997 la organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, creó la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos en la cual se anuncia una toma de conciencia mundial de la necesidad de una reflexión ética sobre la ciencia y la tecnología. Numerosos países europeos tienen prohibida en su legislación la práctica de la clonación humana y la Comisión Europea ha expresado igualmente su deseo de prohibir la clonación de seres humanos. Sin embargo, en el ámbito estadounidense es más difícil la prohibición.

Es innegable que la clonación y la terapia génica pueden ser el comienzo de una nueva era en la biomedicina y tecnología que signifiquen nuevas posibilidades y esperanzas para el ser humano. Pero no hay que dejarse llevar con que todo avance tecnológico o científico busca un mejor futuro para la humanidad. Hemos de ser conscientes de que los valores éticos y morales que antes nos guiaban y orientaban a la acción humana ya no pueden seguir siendo igual de válidos hoy en día y ya no puedan dar respuesta a los problemas morales que nuestra civilización tecnológica del siglo XXI nos plantea.

Para ir finalizando, confesaros que la clonación y terapia génica sólo me parecen atractivas para la obtención de tejidos y órganos sanos y compatibles con el paciente. Pero me resultan altamente inquietantes al pensar en qué grado puede su mala utilización afectar al desarrollo de nuestra sociedad. Nuestro código genético utilizado bajo un prisma de baja escala moral, puede llegar a ser un arma en manos de aseguradoras, empresas, entidades de crédito, etc. Y la clonación, el fin de la diferenciación e imperfección de las personas.

Al igual que todos los hechos históricos, sociales y tecnológicos llegan a afectar a nuestro entorno empresarial, ¿será ésta también una realidad social que llegue a nuestras empresas en un futuro?

Idoia Muñoz Lizán.

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